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Demócratas y republicanos ante RD: ¿Quiénes son amigos?

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El próximo 5 de noviembre de este año, la Primera Potencia Mundial decidirá si un polémico Donald Trump volverá a sentarse en la Casa Blanca, o si una Kamala Harris, actual co-gobernante que desplazó a un fatigado Joe Biden, se convertirá en la primera mujer presidente de Estado Unidos.

Este dilema divide no solo a los estadounidenses, también polariza al mundo. Y es que ambas ofertas electorales representan extremos contrarios, y de una u otra forma, impactan de manera automática el sendero de cada país, sobre todo los que siempre han estado bajo la cobija de su influencia, como es el caso de República Dominicana.

Las relaciones de República Dominicana con Estados Unidos siempre han sido una especie de paternalismo continental. Desde la doctrina Monroe, nuestra nación pasó a ser la “niña bonita” del creciente imperio. Es por eso que debemos remontarnos a principios del siglo XX y empezar con los demócratas en la representación de Woodrow Wilson, quien oficialmente fue el primer mandatario norteamericano que decidió mancillar nuestro suelo patrio con la primera intervención (1916-1924).

El demócrata Wilson justificó su accionar debido a la falta de compromiso de República Dominicana con el acuerdo de la Convención Domínico-Americana de 1907, el cual entregaba nuestras aduanas a la administración estadounidense. 

República Dominicana había quedado en quiebra por el despilfarro de Lilís, por lo que Ramón (Mon) Cáceres se vio obligado a aceptar ese irrisorio convenio que a la larga resultó ser catastrófico para nuestra nación. A su vez, el demócrata Wilson también precisó que la anarquía de Desiderio Arias amenazaba los intereses norteamericanos en el país. Toda esa perorata sirvió de comodín para humillarnos durante ocho largos años.

Los republicanos, por el contrario, han tenido una mayor relación de respeto hacia nosotros. Prueba de esto fueron las llegadas de Warren H. Harding y Calvin Coolidge al poder.

Y es que, bajo la administración de Harding se hicieron los acuerdos del Plan Hughes – Peynado, que devolvían nuestra soberanía nacional y se convocaban a elecciones democráticas para elegir a un gobernante dominicano. Mientras que Coolidge, en menos de un año, finalizó ese pacto de manera satisfactoria con la retirada total de las tropas interventoras de nuestro país.

 Los demócratas a la carga

Quien me lea pensaría que soy un republicano consumado. Pero no es quien escribe, es la historia la que juzga el trato dado a nuestro país por ambos partidos cuando están en el Gobierno.

Tras la caída de la Bolsa de Valores en 1929, muchos dictadores emergieron en el mundo al aprovecharse de las debilidades institucionales y la incertidumbre global que produjo la crisis. Uno en particular, se convertiría en el hijo aventajado de los Estados Unidos: Rafael Leónidas Trujillo Molina.

El lazo entre ambas naciones quedaría sellado en una alianza de acero, pero discreta, con el demócrata Franklin Delano Roosvelt, el mandatario estadounidense que más tiempo ha gobernado al imperio. (1933-1945).

En palabras de Trujillo, Roosvelt fue su mayor aliado y quien más lo apoyó de Estados Unidos. Y para nadie es un secreto qué significó la tiranía dominicana para este pueblo que, curiosamente, entró en decadencia con la llegada de un republicano, Dwight Eisenhower.

Un Golpe de Estado

Tras la caída de la dictadura y la celebración de elecciones democráticas, Juan Bosch sube al poder.

Bosch fue una luz para el subyugado pueblo dominicano. Un político humanista que devolvió la dignidad a una sociedad vejada por el terror y que, bajo sus brazos, llevaba un proyecto liberalista y democrático que estaba adelantado al tiempo.

Demasiado adelantado para los intereses estadounidenses, diría el demócrata John F. Kennedy, quien bajo su gestión se aprobó y permitió el infame Golpe de Estado que frenó la primavera en nuestro país, provocó una revuelta cívico-militar y una segunda intervención que dejó un saldo de más de 3,000 dominicanos muertos (cifras conservadoras).

Pese a eso, una de nuestras avenidas principales lleva su nombre, como otros tantos personajillos despreciables que adornan nuestras calles. 

El único

Jimmy Carter quizás ha sido el único demócrata que no ha sido belicoso con otros países; por el contrario, fue un fiel promotor de los derechos humanos y un reacio furibundo a instaurar a militares y gorilas para que dirijan naciones. 

Un ejemplo claro fue su intervención en las elecciones de 1978 ante un fraude colosal que estaba llevándose a cabo para cercenar la victoria de don Antonio Guzmán.

Su talla de estadista no era favorable para ese “establishment” que actualmente gobierna desde las sombras. Por eso fue previsible que solo durara un periodo presidencial.

En la actualidad

Con la consolidación de la democracia en la mayoría de todos los Estados occidentales, República Dominicana mantuvo buenas relaciones con Ronald Reagan, George Bush padre, y George W. Bush. No así con Bill Clinton y Barack Obama, quienes en sus respectivas gestiones quisieron de manera frenética imponernos los problemas de Haití como si República Dominicana fuera la culpable de su caos y desorden.

En el caso de Clinton ha sido peor, pues todas las pruebas revelan que realmente él y su esposa han sido quienes mayores beneficios han obtenido de la anarquía y la tragedia que imperan en la nación haitiana. 

Con Donald Trump en la presidencia, República Dominicana tuvo las mejores relaciones con los Estados Unidos. De hecho, la embajadora Robin Bernstein, quizás una de las diplomáticas más apreciadas por el pueblo dominicano, siempre tuvo un trato cordial y respetuoso hacia nuestra nación.

En el caso de Biden, todos sabemos que hasta el día de hoy ni siquiera tenemos un embajador designado, lo que devela la importancia que le ha dado esta administración a República Dominicana, de la que Harris es su vicepresidente.

Ante esta breve radiografía, es fácil decifrar que gobernante estadounidense le conviene a nuestro país. Ni siquiera para Germán Güaley sería difícil la respuesta.

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